Si te gustaban los dibujos animados tanto como a mí cuando ibas al cole, seguramente sonrías al recordar tardes de tele con las aventuras de Bugs Bunny, Piolín (Tweety Bird) o el Cerdito Porky, entre muchos de los personajes icónicos de la factoría Warner Brothers. Pero si te preguntara por alguna de las tramas de esos episodios, es muy probable que te quedes en blanco, más allá de recordar la ironía de Bugs, la astucia de Piolín o el tartamudeo de Porky.
Lo que tal vez también recuerdes es algunas de las frases que hicieron inolvidables a estos personajes: Bugs siempre aparecía enfrente de su cazador comiendo una zanahoria y diciendo eso de: “¿Qué hay de nuevo, viejo? (What´s up, doc?)” y Piolín lograba ahuyentar el zarpazo del gato Silvestre – y sin despeinarse – con un inocente: “Me parece que he visto un lindo gatito”.
La frase de Porky, sin duda, es la más transcendente. Su tartamudeante “¡¡Eso es to… eso es to… eeeeso es todo amigos!! (That´s all Folks!)” no sólo cerraba los episodios en los que aparecía el cerdito, sino que llegó a convertirse en famoso eslogan de toda la serie Looney Tunes y Merrie Melodies de la Warner, desde 1930 hasta hoy.
¿Te sorprende que una frase de cierre de un personaje animado pudiera conferir identidad a todo una serie? Como nos ocurre con la frase de Porky, a veces no reparamos en el impacto que puede tener la frase que pone el punto final a nuestras presentaciones. Muchos de nosotros ensayamos hasta la saciedad el arranque de nuestras ponencias, pero improvisamos la manera en que concluimos, cuando nuestro público tiene muchas probabilidades de solamente guardar en la memoria tus últimas palabras.
Como ya avancé en Conviértete en el Gary Cooper de las Presentaciones, es tan importante memorizar la última frase de una presentación como la primera, y para darte ideas de cómo cerrar una exposición de forma memorable, quiero compartir contigo tres fórmulas de éxito probado:
El Poder de la Cita
Olvídate de terminar tu presentación con una diapositiva que diga “¡Gracias!” o “¿Preguntas?”. Impresiona a tu audiencia y logra crear un momento memorable usando una cita de algún personaje célebre que encapsule el sentido de lo que están contando.
Por ejemplo, si has dado una presentación sobre la importancia de mantenerse motivado en el trabajo, e incluso has explicado algunas técnicas para mantener la pasión y la energía en el ámbito laboral, no sería mala idea cerrar tu presentación con esta cita de Aristóteles:
“La excelencia no es un acto, pero sí un hábito”.
Internet es una buena fuente de citas, ya que numerosas páginas las listan y categorizan en torno a temas. Sin embargo, es recomendable que contrastes varias fuentes ya que, a veces, hay citas que se atribuyen por error a la persona incorrecta.
La Llamada a la Acción
Si tu presentación propone cambiar o adoptar un cierto curso de acción, no te asustes de usar el imperativo y concluye tu presentación con una llamada a la acción clara y concisa. Si hay un momento de usar los signos de admiración, es éste; eso sí, asegúrate que tu presentación haya cubierto por qué es importante ese cambio que propones.
Si, por ejemplo, buscas fondos para una buena causa benéfica que has explicado a lo largo de tu presentación, no te amedrentes de concluir con un contundente “Haz tu Donación Ahora”. ¿Que tu presentación ha explicado los beneficios de una nueva línea de negocio, que has bautizado como “Proyecto Alexa”? Anima a tus oyentes a apoyar tu idea con un rotundo “Construyamos el Futuro con Proyecto Alexa”. Otros ejemplos de llamadas a la acción recurrentes en presentaciones corporativas incluyen las siguientes:
“El Cambio Está en Nuestras Manos”.
“Ajustemos Expectativas y No Tiremos la Toalla”.
“Unamos Fuerzas para Alcanzar el Objetivo”.
La Moraleja o Conclusión de Una Historia
Otra forma efectiva de terminar una presentación es retomar una historia o anécdota que usamos al inicio para concluirla reflejando algunos de los puntos levantados a lo largo de la presentación, como si se tratara de cerrar un círculo.
Por ejemplo, si estás dando una presentación sobre las ventajas de realizar ejercicio regularmente y comer de manera saludable, es aconsejable que arranques tu presentación mencionando a tu amigo Mario como ejemplo de los peligros asociados con un estilo de vida sedentario ( “En esa época Mario trabajaba 13 horas al día y aplacaba su estrés comiendo mcuho pan y dulces. En un año engordó 20 kilos”). A la hora de cerrar, podrías concluir así: “¿Y se acuerdan de mi amigo Mario? En un chequeo médico le diagnosticaron riesgo de diabetes y fue cuando decidió tomar cartas en el asunto. Buscó el consejo de un nutricionista, se puso a dieta y comenzó a hacer ejercicio. No solo perdió peso y sustituyó sus hábitos alimenticios. Mario optó por un nuevo estilo de vida”. La satisfacción que la audiencia siente al conocer la resolución de una historia, sobre todo si tiene un final feliz, tiene efectos duraderos en nuestra capacidad de recordar.
Espero que estas tres técnicas te ayuden a cerrar con un toque magistral tu próxima presentación. Y si me preguntas cómo voy a dar por terminado este artículo, esta vez lo tengo fácil, aunque me falte música de fondo y la cortinilla roja: ¡Eeeeeso es todo, amigos!
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